martes, 17 de diciembre de 2019

Confesiones XVII

"Es que hoy estoy cansada, es que hoy me siento débil. 

No me puedo encontrar fuerzas para lo que viene".


El pasado siempre vuelve. Los miedos y las inseguridades vuelven, el dolor vuelve.
Pensé que alejarme iba a solucionar las cosas, pensé que un año fuera de esta jaula iba a hacer que me recuperara del todo. Pero no, fui ingenua al pensar que podría huir de mi propia casa.

Siento otra vez ese dolor en el pecho, esa insatisfacción por no pertenecer a ninguna parte, sentir que no hay casa y familia a la que escapar, porque realmente es de lo que huyo. Mi zona de confort se ha vuelto a convertir en ese lugar al que nunca quiero regresar.

No sé qué hacer, no sé qué tengo que hacer, solo quiero correr e irme lejos donde nadie me encuentre.

Quiero alguien que me entienda, alguien que me quiera, alguien que me cuide, alguien que no me obligue a vivir donde y con quien no quiero; quiero una madre que sepa ser madre, una que no sea egoísta ni chantajista; quiero una familia, como la que tenía antes; quiero sentirme protegida en mi casa, y no una extraña entre tanta gente; quiero un sitio en el que pueda y me dejen ser yo misma.

Siempre me han dicho que soy fuerte, que nunca me caigo, que puedo con todo... Pero esta vez es diferente, esta vez no quiero luchar, solo dejar el pasado (o el presente) atrás y no volver a saber nada de él, ni de la gente a la que implica.


Adivina, adivinanza. Corazón no late y parece romperse.
Muerte.
Siente que no quiere seguir bailando, que lleva toda su vida luchando. 
Se siente como el salmón que se agota de nadar contracorriente.
(...)
El dolor es un hilo muy fino que si lo extiendes terso corta, 
como el cristal de un vaso roto,
y ya me da igual si medio lleno o medio vacío.
(...)
Llevo toda mi vida esperando a que ganen los buenos,
pero quizás sea demasiado niña para entender el cuento.
Solo sé que a veces yo soy mi propio precipicio,
mi eterna caída.
(...)
La sangre que supone morderse la lengua en un llanto,
cuando no tienes una almohada a la que regar antes de un sueño.
No duermo.
No soy nadie.
No soy suficiente.
No soy.
No.
Duerme.




miércoles, 20 de noviembre de 2019

Confesiones XVI

Las Navidades se acercan y yo ya estoy empezando a sentir ese nudo en la garganta que solo consigo deshacer llorando. Esta época es cuando más me acuerdo de la gente que me falta, de todo lo que no tengo, y me doy cuenta de que en realidad estoy sola. Y es irónico, porque mi solución para pasar este trago es beberme todo lo que se me ponga por delante y me permita no pensar en nada. Porque sí, porque yo sola no puedo con esto, no puedo con la Navidad.

Antes, de niña, todo era más fácil. Nunca pasaba nada (o casi nunca, porque siempre hemos tenido un poco de mala suerte), siempre estábamos todos. Una familia pequeña, pero familia al fin y al cabo. Siempre me acuerdo de mi abuela pidiéndome el último abrazo y el último beso del año, antes de que empezaran las campanadas; o de lo contenta que me ponía cuando mi tío venía desde Valencia, solo porque las fechas lo merecían; o de mi padre refunfuñando que la Navidad eran unas fechas que no le gustaban, demasiada familia decía, pero luego era el más feliz de todos abriendo los regalos y comiendo rodeado de la gente que quería; o de las charlas sobre política que mantenían todos, mientras mi abuelo y yo pasábamos del resto y hablábamos de nuestras cosas, como los dibujos animados o las matemáticas.

Ahora eso es lo que me falta, familia, porque sin ellos las Navidades no son más que fechas melancólicas y tristes en las que piensas en todo lo que tuviste, en lo poco que lo aprovechaste, y en que nunca jamás lo volverás a tener.

jueves, 10 de octubre de 2019

Lo que escribí cuando no debía escribir(te) V y último

Supongo que un capítulo de tu vida no se supera si no se cierra, y no sé si yo no quiero cerrarlo o es que hay una causa por la cual todavía te paseas por mi cabeza de vez en cuando... Cuando escribo, cuando te leo, cuando paso por Plaza España, cuando veo Peaky Blinders, cuando escucho Izal, cuando digo "sin más" en una frase, cuando me toco la nariz inconscientemente mientras hablo, cuando me muerdo el labio...

Mis amigas me dicen que eres un cabrón, una mala persona, y yo sigo sin creérmelo y no sé por qué. Pero también es cierto que estoy cansada de engancharme a gente que nunca apostaría por mí, mientras que yo lo apuesto todo a una. Soy comprensiva y empática, me pongo muy fácil en la piel del otro, e intenté comprender y apoyar todo lo que pude y más, aunque no fue suficiente.

Fuiste (y eres, no nos vamos a engañar) más de lo que deberías, más de lo que te merecías y más de lo que voy a llegar a admitir nunca. ¿Y yo para ti? Supongo que nunca lo sabré. Solo tú sabes lo que se te pasa por la cabeza, solo tú sabes por qué sigues leyendo esto, por qué te sigue interesando. No sé si yo lo quiero saber, pero nunca querré saber algo que me va a hacer daño.

Ya que nadie apuesta por mí, voy a empezar a apostar yo por mí misma. Voy a empezar a olvidar, a aceptar que por mucho que quiera (o queramos, no lo sé), te faltó valor para intentarlo un poco más. No quiero medias tintas, ni más noches de despistes por Madrid, ni volver a preguntarte qué coño haces con tu vida, que por qué haces lo que haces, porque me tiene que dar igual, me debería dar igual, me tienes que dar igual.

Escribo esto porque sé que lo vas a ver, y porque, a riesgo de parecer patética, necesitaba soltarlo escribiendo, igual que hago con todo. A riesgo de parecer patético, tú puedes hacer lo mismo conmigo, y si no, supongo que esto ya es un adiós.

Punto y final.


Procuro olvidarte
siguiendo la ruta de un pájaro herido,
procuro alejarme
de aquellos lugares donde nos quisimos.
Me enredo en amores
sin ganas ni fuerzas por ver si te olvido,
y llega la noche y de nuevo comprendo que te necesito.

martes, 17 de septiembre de 2019

Confesiones XV

Querid@ quienseas:

Por mi cabeza pasan tantos pensamientos a la vez que ha llegado un punto que no sé realmente cómo gestionarlos. No sé a quién estoy escribiendo, ni si realmente estoy escribiendo a alguien, pero hoy necesito que alguien, o nadie, me escuche. Estoy perdida, perdida porque estoy viendo como personas que quiero mucho se pierden y no tengo ni idea de cómo hacer que vuelvan.

En primer lugar está él, mi mejor amigo, el que me ha aguantado más llantos que mi madre y más dramas que mis amigas. El que siempre sabe cómo estoy, a quien no puedo engañar ni queriendo, y en todas me ha ayudado.
Ahora mi tarea es ayudarle a él, y no puedo, no sé cómo hacerlo. Soy buena consejera, creo que siempre lo he sido, pero las enfermedades mentales son algo que se escapan de mi control, y cuando  alguien que te importa tanto te mira a los ojos y te dice que no tiene ganas de vivir, te acojonas; cuando te llama a las 7 de la mañana por un ataque de ansiedad, te acojonas; cuando te dice que no tiene fuerzas, te acojonas.
Mis consejos son los que cualquier otra persona le diría, "ve a un psicólogo". Soy la única persona en la que confía para contarle toda su mierda, y solo se me ocurren esas tres palabras. Soy un fraude, o así me siento.

Por otro lado, tengo a una persona que fue muy importante para mí hecha un desastre, y lo está desde que yo me fui (o me echó) de su vida. No sé si me siento culpable, tampoco debería, porque poniendo la balanza me ha hecho más daño que feliz durante los últimos dos años. Pero me preocupo, porque de buena soy idiota. O a lo mejor estoy pensando de manera egoísta y egocéntrica, creyendo que tengo que ser yo quien le rescate, siendo amante de las causas perdidas.
En cualquier caso, mi cabeza no me deja estar de brazos cruzados viendo cómo se echa a perder lenta y dolorosamente. Ahora estamos en la fase en la que él solo me echa de menos cuando no tiene otro entretenimiento con el que jugar, pero el caso es que yo le echo de menos todos los días porque esa persona no es quien yo conocí, y realmente merece la pena que vuelva, sea por/para mi, o por/para otra persona.

Y para acabar, y hablando un poco de mí que tampoco viene mal, digamos que mi futuro es incierto, un agujero negro, un pozo del que no sé cómo salir, y me da miedo. Me da miedo porque no sé estar parada, no quiero estarlo con tantas cosas en la cabeza, porque al final voy a estallar.

Estos últimos días la presión me ha podido, he hecho cosas como si nada importara más que yo, porque creía que me lo merecía por una vez, y no está bien. No está bien porque yo no soy así, suelo saber gestionar mis emociones y no dejarlas salir en forma de niñateces, pero esta vez lo he hecho. Y lo siento, porque creo que he hecho daño a personas que nada tienen que ver con mis problemas. Porque son míos, nada más que míos, y yo tendré que lidiar con ellos.

jueves, 29 de agosto de 2019

Confesiones XIV

Hace un año mi vida dio un giro de 180 grados, mi mundo se puso patas arriba y llegó un punto en el que pensé que no iba a saber vivir desde ese punto de vista, desde mi punto de vista sin que hubiera un nuestro.

La que fue la persona más importante de mi vida se fue, bruscamente y dando un portazo, llamando la atención, haciendo daño como prometió que no haría.

Me pasé semanas mirándome al espejo y llorando mientras lo hacía, pensando que había sido culpa mía porque no fui suficiente. La inseguridad hizo que llegara a pensar que nadie más iba a querer volver a tocarme, porque quién iba a hacerlo si la persona que prometió hacer feliz a estos ojos tristes decidió mirar hacia otro lado.

Me sentí vacía, sola, desamparada. Había tantos planes, tantos viajes, tantas promesas que se quedaron en el aire que creo que no podría llegar a contarlo todo.

Pero ahora sé que la persona de la que me enamoré ya no existe, o si y en realidad viví engañada durante casi cinco años, pensando que era de una manera y no de otra.

Él me hacía sentir especial, me quería y me admiraba, y lo demostraba de una manera única y bonita. Era él, siempre con todas sus consecuencias, defectos y virtudes, pero a mi me gustaba. Ahora le miro a los ojos y no veo al mismo chico sincero, auténtico y leal, sino que veo una mirada perdida que no quiere encontrarse y lo único que hace es daño a todo el que le rodea.

Y yo, idiota de mí, sigo queriendo ayudarle a pesar del tiempo y el espacio, a pesar de haberse convertido en la persona que siempre dijo odiar. Pero no puedo, no debo, y lo estoy cumpliendo.
_____
Después de un año he vivido y he sentido muchísimas cosas, cosas maravillosas y alguna que otra dolorosa. Pero me siento diferente, más fuerte, más madura, mayor. Hace un año que, posiblemente y a pesar de todo, tomara la mejor decisión de mi vida, porque él no me merecía y nunca lo hará, porque no está a mi altura.

Hice borrón y cuenta nueva, y aunque costó recomponerse aquí estoy, entera, segura, libre, y sobre todo feliz.


Ya importan menos las penas
que antes nos dolían tanto. 
Y mientras la gente cuerda grita, llora, sufre y niega, 
a los locos nos verán bailando.
(...) 
Y ahora sentimos tan lejos
los antiguos miedos. 
Ahora que no queda tiempo
aparecen nuevos. 

sábado, 24 de agosto de 2019

Lo que escribí cuando no debía escribir(te) IV

Hoy me apetecía escribirte, porque sí, porque por qué no. Porque el día que nos conocimos me dijiste que antes de que llegara septiembre tú y yo seríamos amigos, porque querías que te llevara a un sitio. El destino, el universo, el karma o quién coño sé yo, quiso que nos lleváramos demasiado bien durante un tiempo, liando las cosas, liando la vida. Para luego nada, y volvernos a liar de nuevo.

Hoy sé que lo que te vendí como lo más divertido del mundo no se va a celebrar, y puede que sea ese quién coño sé yo que quiso que nos cruzáramos para luego desconocernos el que haya decidido que este año no, que no venía bien, que ya no nos llevamos bien. O sí nos llevamos bien, pero no sería lo apropiado.

Hoy quería hablar contigo, sin más, sin segundas intenciones, solo me he acordado de ti. Pero sé que no, que por qué, que para qué; que no es lo correcto ni lo más ético, pero es que fíjate que a mi esas cosas dejaron de importarme el día que tus ojos verdes me dijeron "me gustas"; que no sé qué me pasa, que no quiero que me pase.

Hoy estoy confusa, y es la primera vez que me pasa porque siempre suelo tener las cosas claras, y ahora no. Ahora deambulo y fluyo buscando y esperando a ver qué pasa.

Y espero que no pase nada, que no vuelva a pasar nada. Pero en realidad quiero que pase de todo.

lunes, 19 de agosto de 2019

Confesiones XIII

Últimamente he tenido muchos problemas. He vivido estos últimos meses sintiendo que vivía en un efecto dominó en el que se sucedían cosas malas, una tras otra, y sin parar. No sabía de dónde agarrarme, no sabía de dónde sostenerme, y empecé a hundirme yo sola. Hacia abajo, y más abajo, y más y más y más. Sin darme cuenta, que al hacer eso también estaba causando el que yo me perdiera a mí misma.

No fui consciente que estaba dejando de ser yo, esa chica alegre, risueña, inocente, buena hasta la médula, que se hace amiga de todo el mundo. Esa niña encerrada en el cuerpo de una mujer que está para cuando la necesitas. Pero ya no estaba, porque no estaba ni si quiera para mi.

Hace dos días un amigo necesitaba hablar y, causas aparte, la llamada de emergencia hizo que en mi cerebro sonara un "clic" que me convirtió un poco en mí misma. Verle llorar, temblar, sentir que se está perdiendo a sí mismo porque la vida le está superando, me recordó mucho a mi, y lo único que quería era ayudarle. Y ahí, justo ahí, volví a ser quien soy.

Siempre he querido que me vieran como la amiga que está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana, para quien sea y donde sea. Y me daba igual recorrerme medio mundo, si realmente alguien lo necesitaba y lo merecía. El problema es que el discurso de "tienes que empezar a ser un poco más egoísta" me lo he llegado a creer tanto, que he acabado sobrepasando un límite que no quería cruzar, llegando a dejar de ser yo.

El hecho de haber vivido fuera, haber viajado, conocido otros lugares, vivir la traición y la decepción, dejar a quien en su momento fue la persona más importante de mi vida, sufrir muchas pérdidas... Todo eso me ha hecho crecer y madurar, pero siempre me he sentido orgullosa de quién y cómo era, y por mucho que madure, eso no quiero que cambie nunca.

He hecho cosas que no me gustan, he hecho daño a gente que no se lo merecía y he dado de más a quien tampoco, le he dado muchas oportunidades a quienes no han sabido aprovecharlas, y sigo aguantando y viendo cosas que no me merezco. Pero, a partir de ahora, voy a intentar ser yo con todas sus consecuencias, para no defraudarme a mí misma.


Cimientos que crujen cuando vuelven a asentar.
Lamento la falta de cordura y de piedad,
necesitábamos aliento
para coger impulso y despegar.
Es volver a nacer cada vez que me quema tu piel,
ojalá que febrero hubiera llegado hace un mes.
Es volver a saber con certeza que todo irá bien,
que estamos enteros y que siempre caemos de pie.
- Despistaos

domingo, 14 de julio de 2019

Lo que escribí cuando no debía escribir(te) III

Hace unos días volví a coger mi cuaderno, ese en el que plasmo lo que no quiero dejar aquí. Las cosas importantes, mi lado más oscuro e íntimo, lo que necesito soltar pero no quiero que nadie lo vea.
Cuando me disponía a volver a escribir con boli y en papel, me topé con un texto de hace unos meses, y me acordé de por qué hacía tanto tiempo que no cogía ese cuaderno. Lo escribí mientras era feliz, mientras no había problemas, antes de que todo empezara a ser como un efecto mariposa en el que se suceden cosas malas sin parar.
Arranqué la hoja, la rompí y la tiré a la basura, porque nada ni nadie me iba a impedir volver a escribir como siempre he hecho. Pero antes de eso, decidí escribirlo aquí, porque ante todo soy melancólica y un poco masoquista, y a veces me gusta recordar el pasado, no sé si para martirizarme a mí misma o para recordarme de dónde vengo.


MARZO 2019

Por muchas películas románticas que haya visto a lo largo de mi vida, nunca me las había llegado a creer del todo. Nunca pensé que existieran los flechazos, que pudieras conectar con una persona sin a penas conocerla pero, a la vez, sintiendo que la conoces.
Supongo que siempre he tenido debilidad por los ojos verdes, pero los suyos tienen algo más especial que un simple color.
Porque no sé cómo hizo que me dieran igual mis principios, que yo quería seguir conociéndole a pesar de las circunstancias. Porque creo que es buena persona, y no se muy bien por qué pero confío en él de manera incondicional. Mi yo del pasado diría que estoy loca y que no le conozco, pero es que siento que sí le conozco, que me ha dejado conocerle, y eso me encanta.
Es extraño cómo la vida te enseña, te dice que qué equivocada estabas, que era cierto que te esperaban cosas mejores.
Quiero seguir viviendo en mi película romántica.

lunes, 8 de julio de 2019

Confesiones XII

Llevo unos días pensando, dándole vueltas a muchísimas cosas que tenía (y sigo teniendo) en la cabeza. Y creo que, después de todo, he llegado a algunas conclusiones y me he dado cuenta de algo.

Lo primero, es que muchas veces somos nosotros quienes distorsionamos la verdad, vemos lo que queremos ver, pero la realidad no es esa. Podemos querer ver que alguien ha cambiado, que se ha convertido en una persona que nos merece, pero es solo nuestra imaginación. Lo cierto es que, posiblemente, todo sea igual que antes.

Y también he aprendido, o eso creo, que sí, que está bien arriesgarse y no quedarse con la duda, que está bien tirarse a la piscina, pero no a una en la que ya te tiraste y te diste la hostia porque no había agua. Puedes luchar y pelear por alguien, jugártela porque crees que va a salir bien, pero lo que yo ahora pienso es que, si una persona te hace daño la culpa es suya, pero si te lo hace más de una vez la culpa será tuya por volver a caer y por volver a confiar en alguien que no se merece esa confianza.

Aun así, aunque haya gente que me ha hecho abrir los ojos a base de decepciones y golpes, y de creer que eran buenas personas cuando han resultado ser todo lo contrario, sigo creyendo que hay otras que merecen la pena. Y, en algún momento, yo me encontraré con alguna de ellas.



Puedo vivir en paz porque he amado y vivido lo mejor que lo he sabido hacer, 
es decir, 
con cada coordenada de mi piel, 
con cada rincón de mi boca, 
con todo el poder de mi mente, 
con cada latido, con cada entraña.

jueves, 27 de junio de 2019

Confesiones XI

Supongo que es fácil acordarse solo de lo bonito con el paso del tiempo, y querer pensar que él ha cambiado y que podría volver a ser igual de bonito que como lo recuerdas.

Puedes pensar en las tardes tirados en la cama riendo como si no hubiera un mañana, o los maratones de series con palomitas de por las noches, o los abrazos que te daba cuando estallabas a llorar y no podías parar.
Puedes creer que, tal vez, vuelvan esas risas continuas y esos chistes malos que te hacían tanta gracia, o esas noches de borracheras absurdas en las que se te declaraba y te decía que eras lo mejor que le había pasado en la vida, o esos paseos en coche mientras hablabais sobre cosas importante, o sobre miles de chorradas.
Puedes pensar que ha cambiado, que te vuelve a mirar con esos ojos tiernos con los que te miraba hace un tiempo. Puede parecer que todo podría volver a ser como antes, bonito y feliz.

Pero, además, debes acordarte del daño, de las noches llorando, de la decepción. No debes olvidarte que, al fin y al cabo, se terminó por algo. No por falta de amor, ni por falta de tiempo, más bien porque se rompió la confianza.

¿Y podrías volver a confiar en él? ¿Y de verdad te lo estás planteando?

Pues puede que si, que me lo esté planteando. Porque a lo mejor he vuelto a ver en sus ojos ese brillo del que me enamoré hace unos años, esa sonrisa y esas idas de olla que no llegaban a ser locura. He vuelto a verlo como antes de que todo se fuera a la mierda.

O puede que no, tal vez solo necesite a alguien que me conoce y que quiera darme cobijo mientras paso esta tormenta que me está tocando vivir ahora. Porque a lo mejor solo he visto lo que quería ver, y en realidad no ha cambiado nada.

En cualquiera de los casos, el tiempo lo dirá, y todo parece estar en un 50-50.

miércoles, 12 de junio de 2019

"Si el orgullo viene de herencia, el mío llevará tus iniciales"


“¿Dónde está tu padre?”, me pregunta. Cuatro palabras que se me clavan como si fueran cuatro puñales en la espalda.
“Tenía claustro, yaya, tiene que corregir muchos exámenes y no ha podido venir, pero te manda un beso”, la contesto, intentando que no se dé cuenta de que estoy a punto de echarme a llorar.
“Este hijo mío, siempre está ocupado”, responde.
Mientras sigue hablando, sin yo darle importancia, mi cabeza piensa en otras cosas.

No, no siempre estaba ocupado. Siempre estaba para mí, pasara lo que pasara. No sé si era porque su trabajo consistía en tratar con adolescentes perdidos, o porque era mi padre, pero me entendía como no lo ha hecho nunca nadie.
Cuando me pongo a mirar fotos le veo feliz, sonriendo, como diciéndole a la vida que no podría con él. Al final pudo, y se lo llevó por delante arrasando con todo lo que tenía a su alrededor. Y no era poco, tenía una familia que le quería con locura y amigos que no podía contar ni con una ni con dos manos, porque eran muchos, y auténticos.

Hoy las fotos que he mirado eran mías. Hoy le he enseñado a mi abuela que su nieta, al igual que lo hizo antes su hijo, va a conseguir graduarse en la universidad. Está tan orgullosa que no le cabe la emoción en el cuerpo. Después, vuelvo a mirar mi foto, y no puedo sonreír porque él no está aquí para verla.
Supongo que pensaréis que qué absurdo, ¿no? He aprobado, lo he conseguido, ya casi soy graduada, tendría que estar feliz y tranquila. Pero no, nunca estos momentos llegan a ser felices del todo, porque siempre me faltará alguien.
Cuando era pequeña, mi padre y yo hablábamos mucho del futuro, de qué quería hacer, de cómo lo íbamos a vivir. Hablamos de la graduación del instituto, y de lo mucho que me apoyaría cuando tuviera que hacer selectividad, porque sabía que era una época muy difícil para un estudiante. Sin embargo, tuve que conformarme con el susurro de mi profesor de historia mientras me daba el diploma de bachillerato: “Tu padre estaría muy orgulloso de ti”.
También quería acompañarme el primer día de universidad, cogerme de la mano para demostrarme que no me caería mientras él me sujetara. Aunque él sabía que yo no necesitaba a nadie que me sostuviera, siempre supe hacerlo yo sola, y creía que podría conseguirlo todo si me lo proponía. Y así lo he hecho, pero él no está aquí para verlo.

Ahora son sus amigos los que no paran de mandarme mensajes de felicitación, y me recuerdan eso de “de tal palo, tal astilla”. A él también le apasionaba aprender, vivir, y escribir, así que se podría decir que soy su viva imagen en algunos aspectos. Y me emociona sentirme tan arropada por ellos, pero nunca será igual que si me arropara él.

Este texto no tiene ningún sentido, simplemente son los pensamientos que se me han pasado por la cabeza cuando me he puesto a llorar con mi madre en el coche, y me ha dicho la frase que ya me dijeron hace unos años: “Tu padre estaría muy orgulloso de ti”. Y mientras esta sea la constante de mi vida, no me arrepentiré de nada.


Jamás podré olvidar lo mucho que aprendí,
siempre hay algo que soñar o por lo cual luchar, 
tú me hiciste crecer así.
Me diste alas con que volar a reinos que ahora debo hallar,
aún hay cielos que navegar.
Hoy late en mi lo que hubo en ti, tu corazón audaz.

viernes, 24 de mayo de 2019

Confesiones X

Hay momentos en los que necesito llorar, no por nada, si no por todo. Porque llevo tanto a la espalda, que a veces necesito soltarlo.

Puede que eche de menos tus abrazos, puede que necesite consejos de alguien que ya no está, puede que me sienta idiota porque siempre pienso que las personas son de una manera y resultan ser de otra, puede que tenga a mi mejor amiga al otro lado del charco, y aún estando aquí la sentía más lejos que nunca.

Mucha gente me dice que qué chica más fuerte y valiente, que no se derrumba, que ha vivido demasiado para ser tan joven. Bueno, se dice que aquellos que escriben tienen las manos manchadas de tinta, de sangre. Y yo estoy manchada de recuerdos de los que no sé escapar.

Porque se me iluminan los ojos cada vez que oigo hablar a alguien de su familia, de su abuela, de su padre. Que envidio cuando sienten ese cobijo y apoyo de los suyos, algo que yo solo puedo sentir releyendo una y otra vez las cartas que me dejaron. Me da rabia, y me crea impotencia, ver cómo a la gente le sale bien, cómo consiguen querer, y sin embargo yo aún no he encontrado a nadie a la altura, a mi altura.

Y por esto no soy tan valiente, ni tan fuerte como muchos se creen. Porque lloro y me derrumbo de madrugada en mi casa mientras escucho música triste para ponerme peor. Porque la soledad es mi salvavidas, porque nunca dejaré que alguien me vea así, débil.

Cansada de este bucle, del que no puedo salir. 
Heridas mal cerradas que se me vuelven a abrir, 
el constante repetir. 

jueves, 9 de mayo de 2019

Confesiones IX

Hoy me he acordado de ti, y no sé por qué. Me he acordado de ese "me resultas interesante y me gustaría conocerte" que me soltaste aquella noche en una boda. Qué ironía que todo empezara en una celebración al amor.

Hoy me he acordado de ti, de tu seat Toledo esperándome en la puerta de mi casa cuando venías a rescatarme. De cuando sentía que tu casa era mi refugio, y mis lágrimas se convertían en risa con la primera chorrada que soltabas por esa boca. Supongo que nadie me ha hecho reír de la misma forma que tú lo hacías, ni me hizo cambiar la forma de ver la vida, porque llegaste a cumplir tu promesa de hacer feliz a esa chica de ojos tristes que veías en los pasillos del instituto.

Me he acordado de la primera vez que vi Moulin Rouge, y de ti recitando las canciones de memoria, aunque acto seguido te quedaste dormido con esa facilidad tan tuya que tenías de cerrar los ojos y soñar, y he recordado que en algún momento sentí que mi vida era mucho más bonita porque tú estabas en ella. Me he acordado de todas esas veces que me decías "te quiero" al oído, porque nadie me lo ha vuelto a decir.

Me he acordado de lo muchísimo que me dolió tenerte lejos durante un año entero, de la falta que me hacía tener al mayor apoyo que tenía. Pero ese año nos cambió, a los dos, y por suerte o por desgracia nos hizo ver que todos estos recuerdos no llegaban a ninguna parte y se quedarían en eso, en recuerdos.

Tú te perdiste mientras yo me encontraba, y ahí fue donde cada uno siguió su camino y no nos volvimos a cruzar. Pero no me arrepiento, y nunca me arrepentiré. Siempre querré que, estemos donde estemos, nos acordemos de nosotros, aunque ya no sintamos lo mismo, aunque ya no estemos enamorados.

Supongo que seguiré buscando volver a sentir mariposas en el estómago, y que alguien me mire con esa admiración y brillo en los ojos, como tú lo hacías. Pero que no seas tú, no quiero que seas más tú, nunca volverás a ser tú.


Y he vuelto a ver que sola se está bien, 
que ya no habrá fronteras.
Y, ¿sabes qué? Ha vuelto a amanecer,
que ya no estoy desierta. 

domingo, 5 de mayo de 2019

XX

Durante mi vida he tenido tres madres, tres mujeres luchadoras que me han hecho ser quien soy ahora.

Una de ellas es mi madre, con todas las letras. Fue la persona que me enseñó el significado de la palabra "amor", porque luchó durante casi dos décadas de la mano del amor de su vida, contra viento y marea, para que él no se rindiera. Aunque al final no fuimos felices ni comimos perdices, os aseguro que el viaje, y tener un padre como él, mereció la pena. Ella también me hizo levantarme a mí, y consiguió que volviera a entrar en mi camino cuando estaba tan perdida que me perdí a mí misma.

Otra era su madre, la madre de las madres, quien siendo abuela tuvo que ejercer de matriarca de la familia mientras el futuro se veía muy incierto. Ella me crió durante mis primeros años, me cuidó todas las fiebres, me contó los mejores cuentos, y me enseñó que tenía que decir lo que pensaba sin temor a lo que dijera el resto. La vi vencer a gigantes, y la vi derrumbarse ante una bestia a la que no se podía vencer, pero siempre fue ella, la alegría de mi vida. Por desgracia, también la vi irse, y ella era una de esas personas que merecían ser eternas.


La tercera en discordia, la madre por excelencia, es aquella que sigue siendo madre a pesar de que su único hijo se fue al arcoíris hace algunos años. Todos sabemos que, tarde o temprano, nuestros padres se marcharán, pero jamás esperamos que sea nuestro hijo el que se vaya primero. A ella le pasó, su niño se fue, y siguió aquí luchando, y me gustaría pensar que fue por mi aunque no lo sé. Ahora hay muchas cosas de las que no se acuerda, a veces ni recuerda que su pequeño se tuvo que ir, pero yo estoy ahí para recordarle que de ella nació el mejor hombre del mundo, y da igual si piensa que está o que no.


Ellas han sido las mujeres de mi vida, cada una con sus más y sus menos. De cada una he aprendido algo: valentía, libertad y fuerza. De cada una tengo algo, pero sobre todo siento un inmenso orgullo por estas raíces. 
Feliz día de la madre a las mejores madres que una familia puede desear.


La familia no se elije, esa es la única constante,
pero ni por todo el oro del globo querría cambiarte.



sábado, 27 de abril de 2019

Lo que escribí cuando no debía escribir(te) II

Te echo de menos. No te puedes llegar a imaginar cuánto.
Todos los días más de una vez me ha pasado algo que he querido contarte, o he querido compartir algo que me ha hecho feliz, o simplemente me he acordado de ti, por cualquier cosa. Y yo estoy aquí sentada, mirando el móvil, con una mínima esperanza de que en algún momento todo esto no haya pasado y aparezcas tú con un "Buenos días".
Por una parte, quiero pensar que a ti también te está pasando lo mismo, que también te está costando, y así no me siento tan ridícula.

"Me siento como quien ha perdido la ilusión, porque le dijeron que toda magia implica truco".

Y si no, no sé cómo has sido capaz de olvidarte de todo tan rápido. Todo lo que íbamos a hacer, todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos sentido. Supongo que soy demasiado sensible e intensa para ilusionarme.
Me siento perdida, porque había creado una rutina a tu alrededor, que no tendría que haber hecho. No tendría que haber confiado.
Ese es siempre mi mayor error, que confío demasiado en las personas. Nunca dudo de si todo podría ser un sueño o no, si realmente todo es cierto o me están engañando, nunca pienso que de un día para otro, todo se puede acabar.
Tal vez tenga que dejar de confiar en la gente, dejar de mostrar parte de mi yo más escondido, no dejar a la gente que me conozca de verdad. Así luego no tendré que echar de menos, simplemente hacer borrón y cuenta nueva, sin lágrimas y sin recuerdos, como han hecho todos conmigo.

"Que no quise que esto pasara,
no quise que nos convirtiéramos en recuerdos que arrasaban con todo lo que tocaban.
No vi que llovería en mis ojos,
ni que tus pupilas dejarían de mirarme.
No quise escuchar ninguna canción, porque todas me traían tu perfume de vuelta.
Aunque me las supiese de memoria, aunque en todas aparecieses tú".

miércoles, 24 de abril de 2019

Lo que escribí cuando no debía escribir(te) I

Tengo una necesidad imperiosa de saber qué piensa, de saber qué soy para él, de saber si tengo alguna posibilidad de ser parte de su vida de alguna manera.

Antes me contaba casi todo lo que se le pasaba por la cabeza, o esa es la impresión que yo tenía, me transmitía confianza. Y ahora me siento vacía sin saber qué siente, qué quiere, qué hace.
Supongo que es que él tampoco lo sabe, y ahora mismo creo que no soy quién para preguntar y que quiera contármelo, ni la más indicada. No sé, solo quiero que todo pase, para él y para mi, para los dos.

Solo espero que haya significado algo, que me tenga en cuenta. Quiero pensar que el tiempo vivido, que para mi ha sido un auténtico paraíso, también haya sido importante para él. Corto, pero intenso. En tan poco me ha cambiado, y tuve muchísimas oportunidades para decirle las cosas y no lo hice por miedo, y es ahora cuando más miedo tengo.
Miedo a no volver a saber nada de él, a que no quiera saber nada más de mi, a que no me hable, a que no se acuerde de mi, a que no se quiera acordar.

Sigo esperando, aunque sé que no debería, y no sé cuánto tiempo seguiré esperando, pero no tiene pinta de que esto se me vaya a pasar pronto, y eso también me da mucho miedo.


Miedo de volver a los infiernos, miedo a que me tengas miedo, a tenerte que olvidar.
Miedo de quererte sin quererlo, de encontrarte de repente, de no verte nunca más.
Para empezar, diré que es el final.

domingo, 21 de abril de 2019

Confesiones VIII

Supongo que este desastre estaba destinado a ser eso, un desastre. Supongo que no tengo muy claro qué es lo que siento. O si, y no quiero admitirlo.
Me siento idiota por no haberlo visto venir, por ilusionarme, por volver a darme contra el suelo por ir sin frenos, por tirarme a la piscina de cabeza pensando que había agua donde realmente solo había sequía.
De verdad creía que esta vez iba a salir bien, que él iba a salir bien, eso quería creer. Pero el destino, el universo, Dios si es que existe, sabía que es el príncipe de otra princesa. Solo faltaba que yo me diera cuenta.
No sé si todo fue mentira, si hubo algo de verdad, o si nos engañamos los dos a nosotros mismos. Lo que sí que tengo claro es que él encendió algo dentro de mi, que no sé cuándo seré capaz de apagar. Cuánto en tan poco, sería la definición perfecta.
Lo peor de todo esto, o eso pienso yo, es que no estoy enfadada. No puedo estarlo. Y no sé por qué. Y me da rabia.
Solo me queda recordar lo bonito, y seguir con mi vida como si nada hubiera pasado. Pero ya llevo tantas hostias, que no sé ni cómo quiero que acabe esto. Solo quiero que acabe, de una manera u otra. Aunque bueno, también se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde, y ya sé que es de ser imbécil estar esperando, pero sigo sin aprender.

Que la vida da muchas vueltas, eso lo sabemos todos, pero estoy demasiado mareada como para seguir con el ritmo que me impone.

Voy a hacer de ti solo una canción, que será Madrid sin nosotros dos. Háblale de mi a otro como yo.
Yo estaré sin ti, tú estarás mejor.
Andrés Suárez.

lunes, 8 de abril de 2019

"Rabia de que corras por mis venas y no poderte abrazar"

Hoy he visto el arcoiris, y ha sido reconfortante, hasta alegre. A lo mejor no lo entendéis, pero yo si.

La tuitera "La vecina rubia" cuenta que, cuando los padres se mueren, viajan hasta el arcoiris de los padres y allí son felices; y que cuando vemos uno, es porque intentan comunicarse con nosotros y  nos dicen que están bien, que todo está bien.

Puede que la historia me guste porque tengo complejo de Peter Pan y soy un poco niña, o porque quiero pensar que él está en alguna parte y es feliz, y me ve y me cuida. No lo sé.

Supongo que me tatué su nombre en la piel siendo consciente que siempre tendré una cicatriz, que a veces duele más y otras menos. Hoy duele mucho, porque hace siete años que te fuiste y es tanto tiempo que me mata solo de pensarlo.

Los años van pasando y cada día nos alejamos más. Pero, al mismo tiempo, crezco y siento que te voy conociendo un poquito mejor. Que voy entendiéndote, asimilando la vida (porque a ésta nunca se la entiende) y avanzando.

Escribo desde que tengo uso de razón. Mi primer relato corto lo escribí con ocho años, pero tú mucho antes me escribías historias que luego me contabas a la luz de mi lámpara en forma de luna antes de dormir.

Gracias a ti, años después, decidí echar a un lado mi inexperiencia preadolescente y mi miedo a enseñar lo que había escrito sobre mis inseguridades y mis sueños. Escribía, escribía y escribía. Para mi, para concursos, y sobre todo para ti, porque tú siempre estabas detrás por si me caía y necesitaba que alguien me sostuviera, me levantara. 

Por ti escribo, y por ti adoro la literatura como a muy pocas cosas en el mundo. Aunque es verdad que ahora leer es más solitario, desde que no te tengo al otro lado del sofá con tu novela negra en una mano, y tu cigarrito en la otra.

Llevo siete años esperando a que vuelvas a cruzar la puerta de casa, y sé que nunca lo volverás a hacer. Pero hay instantes en los que se me olvida el pasado, en los que en la espera hay realmente ilusión, hasta que despierto y vuelvo a la realidad.

Me quedan tus cartas, tus amigos, tus consejos, tu poesía y tu voz. Pero tú no, no estás, y al pensarlo en voz alta me siento como una niña pequeña que deambula perdida a no sabe dónde.

"Sé que me cuidas y velas por mi, que miras todo el tiempo,
pero no quiero puntos de mira, solo de encuentro.
Así que cierro los ojos y ahí derrites cada invierno.
Siempre mío, sempiterno.

(...)

Gritaré con fuerza todo lo que he conseguido
para que, por una vez, el mundo y tú seáis testigos.
Espérame en la meta, que aún me queda recorrido,
pero que tu mejor parte me acompañe en el camino."

jueves, 4 de abril de 2019

"Ella es la más bella estrella"

Supongo que el término de "muerte digna" solo la llegan a entender realmente aquellos que aprecian la vida y la manera que la vives; y que no tenemos que estar aquí por obligación, sino por placer.

Supongo que uno de los peores momentos de mi vida, fue ver cómo la vitalidad de la mujer más hermosa y fuerte se iba apagando. Ver como sufría, como subsistía, como se iba.

Supongo que, si hubiera tenido valor, también la habría ayudado. Y fue por mi, por no poder, no por no querer, no por ella.

Supongo que nunca me hubiera atrevido a ayudarla, por mucho que ella hubiera podido pedirlo. 

Supongo, y además lo creo, que ella no se lo merecía. Que era la mujer más buena del mundo, más apasionada por la vida, más entera, más viva.

Supongo. 

No, supongo no. 

Sé que estaba orgullosa de ella; que me encantaba pasear de su mano por las playas de Valencia; que me apasionaba tener una abuela que se pusiera bikini; que la miraba, y pensaba que de mayor quería ser así.

Sé que me escuchaba como pocos lo han hecho, y que habría movido cielo y Tierra si yo lo hubiera necesitado. Ella era así.

Sé que superó un cáncer, pero la vida le tenía preparadas más piedras para el camino.

Y también sé, de primera mano, que la esclerosis es una mierda.

"Cuántas cosas nos quedaron por hacer,
y cuántas más estoy yo viviendo en mi piel
porque tú no pudiste hacerlo en vida.
Pero qué bonito es verte brillar en un manto de luces,
en un patrón deambulante, nómada y gitano como el arte.
En qué ibas a convertirte tú,
luz de luces
si no es en una estrella."

lunes, 28 de enero de 2019

"Si me preguntaran qué quiero ser de mayor, respondería con tu nombre"

Para el mejor de los mejores.

Hola, papi:

Esto es una carta para ti, como esas que antes escribía con papel y boli, y las quemaba para que se las llevara el viento creyendo que así te llegarían. Supongo que ahora me he vuelto una moderna y me manejo mucho mejor con el ordenador y su teclado, es lo que tiene ser millenial.

Venía a contante muchas cosas, unas buenas y otras no tanto, aunque todo depende de la perspectiva con que lo mires.
Mi último año lo protagoniza una de las mejores experiencias que he vivido y viviré en mi vida. Irme lejos de casa, de hogar, me hizo ver y entender muchas cosas. He vuelto siendo otra, más madura, espero.
También me han decepcionado, mucho, muchísimo, hasta el punto de que la decepción doliera. Pero ya no duele, solo tengo cicatrices que me acompañarán un tiempo, o toda la vida, quién sabe. Lo que sí sé es que después de esto no volveré a ser la misma, porque ahora soy más fuerte.
Pero estoy encontrando mi lugar en el mundo, descubriendo qué y quién quiero ser. Me estoy esforzando, estoy peleando, porque así es como me enseñaste que se consiguen las cosas.
Y por último, decirte que voy a terminar la carrera de mis sueños. Sé que no me viste empezarla, pero qué felicidad más grande hubiera sido que pudieras llevar mi foto de la orla en la cartera, presumiendo de hija graduada.

Este año cumplirías 57 años, y tengo la imagen en mi mente de ti abriendo el regalo, como si pasara de verdad, te recuerdo como si nunca te hubieras ido. El regalo, lo más probable, es que fuera un libro (de novela negra, claro), o alguna frikada de cine de las que tanto te gustaban.
Dicen que lo primero que olvidas de alguien es su voz, pero después de 7 años yo aún sigo recordando la tuya, como si me siguieras susurrando cada noche eso de "que duermas bien y que sueñes con los angelitos".

Hay tantísimos momentos en los que te necesito que no podría llegar a contarlos, pero ya no estás, y duele. A veces el hecho de que te hayas ido hace que los momentos felices sean un poco amargos.

Solo espero, con todas mis ganas, que estés orgulloso de mi, que sea la hija que siempre quisiste tener. Yo seguiré esforzándome día tras día en ser una persona que merezca la pena, con criterio propio y con buen corazón, porque así era como yo te veía y así aspiro a ser.

Te echo de menos, siempre.

Con todo mi amor. Andrea.

"Tengo gente que se esconde en las estrellas, y que jamás volverá a bajar. Que me habría hecho astronauta por ellos, pero sé que al final hay cosas que son ley de vida, y otras ley de muerte."