sábado, 25 de abril de 2020

Confesiones XXV

No sé por qué esta obsesión repentina contigo otra vez. No sé por qué llevas varios días que no soy capaz de parar de pensarte, de escuchar canciones que me recuerden a ti, de cotillearte a ver si de alguna manera averiguo qué estás haciendo, alguna señal de si tú también me piensas a mí.

Supongo que no. Supongo que ya ha pasado mucho tiempo, y que la vida evoluciona y nosotros con ella. Pero joder, qué huella tan profunda dejaste para que te sigas paseando de vez en cuando por mi cabeza a estas alturas.

No es algo permanente, no es algo que me pase siempre.

Simplemente estoy enamorada de la idea de vida que tú me enseñaste, enamorada de lo que yo era contigo, de cómo me sentía. Y a veces, solo a veces, lo echo de menos.



Yo sé que a ti ya no te asustan con mi nombre, 
y de seguro no escondes un suspiro si me ves. 
Yo sé que a ti te está fallando la memoria, 
y a lo peor nuestra historia ya no cuelga de un tal vez. 
Pero si todo sale bien ya no tendré más pesadillas, 
ni raspadas las rodillas por rogar ante tus pies. 
Y si te atreves a volver te acordarás sin que te diga, 
que nunca te olvidé. 

martes, 7 de abril de 2020

"Siempre mi ángel de la guarda"

Hoy no es un día cualquiera. Hoy hace ocho años que te fuiste. Y duele.

Pero mientras lloraba en mi cuarto, me he fijado en el balón del atleti que tengo en la estantería. Ese que tus compañeros de trabajo firmaron y me regalaron el día que te homenajearon, el mismo día que le pusieron tu nombre al aula en la que siempre dabas clase, y que cantaron Maria Dolores Pradera y plantaron un árbol en el patio en tu honor, para que siempre hubiera un poquito de ti allí. Tu trabajo te encantaba, lo sabíamos todos.

Después, he cogido el libro que me hicieron tus amigos, los de toda la vida, y lo he leído otra vez. He leído cada una de las anécdotas y cada una de las dedicatorias que tus amigos dejaron escritas en él. Me lo dieron en una comida que todos ellos organizaron, para reunirse y para contarme alguna batallita (y para emborracharse, pero yo tenía 16 y todavía no me gustaba la cerveza).

Analizando un poco todo, soy consciente que no soy la única persona en el mundo que te echa de menos. Dejaste tantos corazones rotos que no podría llegar a numerarlos. Porque te hacías querer y querías con locura, porque eras bueno, porque estabas ahí siempre para quien te necesitaba... Y saber eso me hace estar hoy un poquito menos triste.

viernes, 3 de abril de 2020

Confesiones XXIV

El tiempo me está consumiendo lenta y dolorosamente, poco a poco. La cuarentena ha tocado posiblemente en la peor época del año. El día del padre, mi cumpleaños, el aniversario de su muerte... Todo encerrada en esta casa, que no es mi casa, y sin poder respirar.

Aquí no me dejan ser yo misma, solo puedo ser una imagen feliz e inocente de lo que soy fuera de estas cuatro paredes. Solo puedo ser atenta, cordial, y tener sentido del humor cada vez que se lanzan pullas al aire que se clavan como cuchillos cuando no puedes contestarlas. O si puedes, pero ardería Troya, y prefieres callarte ante un niñato de cinco años con pinta de tener 50, y seguir con tu vida.

Mi madre no me deja expresar lo que siento, supongo que porque tiene la inteligencia emocional de un guisante.  Porque decirle a tu hija, cuando te está contando sus dolores más profundos, que "si me quisieras no me dirías esto", es de no tener ni una gota de empatía dentro de tu cuerpo.

Pero luego soy yo la mala, la egoísta, la borde, la llorica, la que no supera. Después, pasan los días y todos hacemos como si no hubiera pasado nada, pero yo me rompo por dentro cada vez más y más. Y nadie se da cuenta, nadie oye mis gritos, nadie me ayuda. 

Quiero y necesito salir de aquí, necesito respirar. Esta casa es todo lo contrario a lo que denominaríamos como zona de confort, y yo ya no puedo más.