miércoles, 2 de septiembre de 2020

Confesiones XX

Hubo un punto de mi vida en el que sentí que era responsable de ti, de tu bienestar, que lo que yo hiciera iba a condicionar cómo te sintieras tú. Tenía ese peso en los hombros, que yo misma me había auto impuesto, pero que tenía razones para sentirme así. Todas tus noches de charlas, de lágrimas, de escenas violentas sin ningún tipo de sentido. Y todas tenían un punto en común: Yo. Y era capaz tanto de crearte sentimientos negativos, como positivos. Conseguí que te plantearas la vida, que vieras que tus amigos eran lo primero, que había personas que no merecían la pena, y que tú ibas primero. 

Pero ahora que hay otra "yo", ahora que otra persona ocupa el lugar que yo tuve durante casi cinco años, me he quitado ese peso emocional de encima, y lo que más he sentido ha sido alivio. Ya no tengo miedo de que vengas borracho y me digas "te quiero"; no tengo miedo de que me veas con un chico y desaparezcas durante toda la noche sin decirle nada a nadie, no tengo miedo de que te rompas la mano dándole puñetazos a una pared porque no te he dicho lo que querías oír. 

Soy libre, y debería haberlo sido desde hace casi dos años, pero ahora lo soy de verdad. Ahora otra persona tendrá que cargar con tus cambios de humor, con tu lado violento y cabezota, con tu inestabilidad emocional. Y, de todo corazón lo digo, ojalá ella sea capaz de soportarlo, de soportarte. Pero ya no volverás a ser mi preocupación, ni tendré miedo a presentar a alguien a nuestros amigos por cómo puedas reaccionar. Ahora, por fin, puedo ser yo y hacer lo que tenga la necesidad de hacer, sin importarme cómo te siente, porque realmente ya no deberías de sentir nada. 

¿Es raro que te haga feliz que tu ex tenga una pareja nueva? No lo sé, puede. Pero yo, claramente, lo estoy. 

lunes, 24 de agosto de 2020

"Folle et sage"

Durante los últimos meses ha habido algunos días de luz, y otros muchos de completa oscuridad. Apareció un monstruo llamado "ansiedad" que me ha estado consumiendo lenta y dolorosamente, y que, en muchos aspectos de mi vida, no me ha dejado ser quien realmente soy. Ahora, después de muchas noches sin dormir por estar dándole vueltas a la cabeza, y de algunos ataques de pánico, he intentado (creo) aclararme en algunas cosas. 

Lo primero que he aprendido, es que no necesito a nadie. No quiero necesitar a nadie. No quiero que nadie se convierta en lo que yo necesito, porque única y exclusivamente me necesito a mí. Quiero tener gente a mi alrededor que quiera estar conmigo, que yo quiera tener cerca, pero no necesitarles. Porque desaparecerán, en algún momento, por cualquier circunstancia, y entonces yo me romperé un poquito. Es cierto que creas una especie de dependencia emocional con cualquier persona con la que tienes una relación, ya sea romántica o de amistad, pero eso no implica que necesites a esa persona para tú seguir adelante. Mi bienestar mental y emocional tiene que venir única y exclusivamente de mi. 

No quiero aferrarme a alguien a la primera de cambio, solo por no sentirme sola. Si alguien aparece, alguien que merezca la pena, siempre tendré los brazos abiertos. Pero primero tengo que querer estar conmigo, tengo que ordenar mi cabeza, y tengo que tener la certeza de que esa persona es realmente con quien quiero estar, no la primera que ha aparecido y que me ha prestado un mínimo de atención. No quiero engancharme de personas que en realidad no me gustan, con las que no quiero estar. Supongo que ha habido momentos que me he odiado tanto que ni yo me soportaba, y he necesitado tener la compañía constante de otra persona para librarme de mí misma. Pista: no funciona. 

El mayor problema que me ha traído esto, es que ahora no sé cómo reaccionar cuando una persona, que sí merece la pena, muestra un interés real. Solo me sale pensar que nunca seré suficiente, agobiarme, y huir. Hasta que no aprenda que yo sí merezco la pena, no podré mantener una relación que de verdad merezca la pena.

Tampoco quiero depender de la aprobación de los demás, ni en lo personal ni en lo laboral. Quiero creer que soy capaz de todo, que cualquier cosa que hago bien es porque soy buena, no por suerte. Los halagos están ahí, y siempre vienen bien, pero no quiero necesitarlos. Si me pasa algo bueno, si llega alguien a mi vida que me hace bien, quiero pensar que es porque me lo merezco. Tengo que llegar y arrasar, demostrar que soy capaz de todo. Pero, si ni yo misma llego a creerme que me lo merezco todo, los demás tampoco se lo van a creer. 

Y lo último, y más importante, tengo que aceptar que mi madre siempre me apoyará y me defenderá ante cualquiera. Me lo ha demostrado, me lo está demostrando, y creo que este ha sido mi punto de inflexión para empezar a querer cambiar las cosas. Para mí la familia siempre ha sido muy importante, y hacía muchísimos años que no sentía que mi casa era mi hogar. Aún no lo siento, es la verdad, pero mi madre me está haciendo ver que puedo darle un abrazo cuando necesito llorar, y puedo contarle mis problemas porque, aunque sus consejos no sean los mejores, siempre estará ahí para escucharme y levantarme cuando me haya caído. Y me dejará caerme, porque siempre me ha enseñado a ser independiente, pero eso no implica que ella no vaya a estar ahí. 

Algunas cosas ya las he puesto en práctica, otras me están costando un poco más, y hasta me asusta cambiarme tanto. Pero lo necesito, porque no he estado bien y, aunque ahora estoy mejor, sigo sin estarlo. Dicen que el primer paso es admitirlo, ¿no? Pues vamos a seguir subiendo la escalera hasta llegar a la cima, y a ver qué pasa. 


martes, 11 de agosto de 2020

Confesiones XIX

Me he dado cuenta que soy una jodida masoquista, que va intentando hacerse la dura y que nunca siente nada, y en realidad lo siente todo y siempre se ilusiona. O a lo mejor es que hasta ahora no había tenido detrás a un chico que se interesara por mí de esta manera, que estuviera pendiente de qué hago y cómo estoy, que me contara sus traumas y me diera las gracias por entenderle de una manera tan natural y sincera.

Porque todo está fluyendo sin ninguna intensidad, sin ninguna promesa, pero fluye y eso me encanta. Porque soy yo misma con él, en todas mis facetas, y eso le encanta. 

Pero estoy empezando a llegar a ese punto de autosabotaje en el que pienso que debería mandarlo todo a la mierda ahora que estoy a tiempo, ahora que todavía no me ha dejado huella y si desaparece no me supondría un problema grave que no se solucionara con una tarde de cervezas y risas con las amigas. Porque todos me han salido rana, y este no es alguien con problemas emocionales tóxicos ni con su ex rondandole por la cabeza.

Es estable, es natural, es sensible. Es todo lo que yo había estado buscando, pero ¿y si yo no soy lo que él busca? Me han sustituido tantas veces que ni yo me quiero a mí misma, cómo voy a pensar que podría ser la prioridad de alguien. 

Ya no sé tirarme a la piscina ni arriesgarme por alguien que merezca la pena. No me atrevo a ir cuesta abajo y sin frenos, porque he sufrido tanto en el pasado que prefiero la paz y la tranquilidad de una soledad autoimpuesta, que la ansiedad que me produce el pensamiento constante de que en algún momento va a desaparecer. 


No suelo hablar delante de la gente
y no sé si fue la última vez cerveza, 
o si contigo todo es diferente
y perdí la cabeza. 
Cómo puedo hablarte sin hablarte y decir todo, 
debí ensayarlo pero ya ni modo. 
Yo sé que tú, 
tú sientes algo por mi. 
Por qué negar este amor si lo confirman tus besos. 
Yo se que tú 
no estás aquí por error. 
Si estoy muriendo por ti, 
que me revivan tus besos. 


viernes, 17 de julio de 2020

Confesiones XIX ft. La Vecina Rubia

Después de la perspectiva que me ha dado el tiempo y el espacio, y un poquito las redes sociales, me he dado cuenta que jamás fui alguien especial para ti, y eso duele.

Yo creía, o quería que creer, que esa primera noche por Gran Vía en la que nos confesamos hasta que se nos hizo demasiado de día, fue porque de verdad tuvimos una conexión especial. Creía que realmente el destino nos había unido, que conectábamos a la perfección y que no nos aburríamos de estar juntos porque, aunque fuera en un corto periodo de tiempo, teníamos que encontrarnos. 

No pensé que esa era tu habitual manera de apegarte a alguien porque no sabes estar solo, porque necesitas a alguien que te baile el agua para subirte más ese ego que ya tienes de base. Es cierto lo que me dijeron de ti, que "serías capaz de vender arena en el desierto", y a mi me la vendiste a un precio demasiado alto. 

Lo que no logro llegar a entender, es por qué volviste a aparecer, si ya tienes a una "yo" que te llena ese vacío emocional que tienes dentro. Por qué decidiste volver a hablarme para después desaparecer como si nada hubiera pasado. Y lo peor es que por un momento quise tomarme esa cerveza contigo, qué estúpida fui. 

No quiero pensar cuántas más ha habido, ni cuántas veces has dicho a una chica que se tirara a la piscina porque merecía la pena. Me ilusionaste, me hiciste ver qué era lo que buscaba en alguien, cómo quería sentirme y cómo quería que me hicieran sentir. Todo eso, para después darme cuenta que fue una total y absoluta mentira.

Y ahora has vuelto a irte y yo me he vuelto a romper un poquito, porque aunque no quiera admitirlo, tenía la esperanza de seguir siendo alguien especial para ti. Pero para seguir siendo algo, habría que haberlo sido de verdad. 



"Él. El innombrable. El que cuando lo nombras y estás a punto de olvidarlo, aparece. (...) El que cuando vuelve me lo descoloca todo. Como cuando parece que tienes colocadísimo el cajón de las bragas y de repente, sin saber cómo, están todas hechas un gurruño: eso es lo que me pasa cuando él aparece, mi mundo entero se desordena.
Y a todas nos gusta un poquito el caos, pero a veces hay que conseguir tener las bragas en su sitio".

domingo, 28 de junio de 2020

Confesiones XVIII

Hoy me apetece ser un poco menos intensa de lo habitual. Bueno, en general no lo soy, solo aquí (creo). Simplemente quiero dejar escrito mi presente, para poder leerlo dentro de unos meses desde otro punto de vista (espero). 

Ayer mientras cenaba con unas amigas, una de ellas me dijo: "Tenemos que ir a que te limpien el aura y te depuren el alma, porque esta mala suerte que tienes en la vida no es ni medio normal", y lo peor es que razón no le falta. 

En cuanto a lo laboral, digamos que he optado por seguir estudiando y hacer un máster el año que viene, porque la opción de conseguir trabajo es bastante improbable, por no decir imposible. ¿Estaba entre mis planes hacer el máster? No, pero también es verdad que no me arrepiento de haber decidido hacerlo. El simple hecho de imaginarme un año de mi vida parada, quieta en casa sin hacer nada, me quita las ganas de vivir. 
El tema del TFG, supongo que es un caso aparte, o mi tutora lo es, no lo sé... Solo espero que septiembre me traiga un aprobado. 

En cuanto a lo sentimental, pues bueno, en fin, digamos que he desertado de ese mundo. Me he aburrido de que me rompan el corazón y de confiar en quien no se lo merecen, que pasen por mi vida arrasando personas que luego siguen como si yo no hubiera pasado por las suyas. Y de hecho la vida me está recompensando esta decisión. El no comprometerme con nadie me ha abierto a un mundo de muchas posibilidades, algunas nuevas y otras que quería tener desde hacía muchísimo tiempo. A alguno le voy a romper yo el corazón, porque no estoy siendo buena precisamente, otro ha aparecido después de mucho tiempo queriéndolo ambos, y un tercero que no tengo muy claro qué es pero solo quiero que siga siéndolo.

En cuanto a lo económico, y aquí creo que también meteré la parte familiar porque en este momento son exactamente lo mismo, si mi madre es capaz de mantener a un parásito tendrá suficiente dinero para mantenerme a mí, mis cervezas de los viernes y los sábados, y mi casa rural con los amigos. Supongo que en este aspecto estoy siendo bastante soberbia, y un poco egoísta, pero mi vaso rebosa desde hace mucho tiempo y mi paciencia ya no existe. 
Desapareció el momento en el que mi madre dejó volver a entrar en casa a un hombre que aporreó la puerta del baño mientras yo estaba dentro llorando; en el momento en el que dejó de ser mi madre y le puso a él por encima de mí, de mi bienestar y de mi salud mental; en el momento en el que esta dejó de ser mi casa, porque ya no la siento mía. 
Este puede que sea el peor aspecto de todos, por el que lloro todas las noches y algunas mañanas, y por el que a veces desaparezco y estoy días sin querer saber nada de ese sitio ni de esa gente. Supongo que esto es presionar tanto a alguien que acabe explotando.

Puede que ahora mismo, lo único bueno que tengo y que merece la pena en mi vida, son mis amigos. Me ayudan, me apoyan, me escuchan, me entienden y me ofrecen un hombro cuando quiero llorar y un suelo cuando caigo de la risa. Los que madrugan todos los días para sacarme de casa y llevarme a pasear a sitios bonitos, y los que llegan a las tantas por quedarse conmigo bebiendo cerveza. Ellos son el único amor que tengo, y que realmente necesito ahora mismo. Y creo, espero, que esto no cambie en el futuro. 



Volveremos a hablar para cerrar
donde será el último asalto. 
Volver a jugar, salir a ganar
podría matarnos en el acto. 
Y si todo va mal, empezar a remar.
Si naufragamos en un charco, 
quedamos igual, habrá que esperar
cuando saldrá el último barco.
Volver a nacer, aunque duelan las caídas.
Volver a crecer, aunque sangren las heridas.

lunes, 8 de junio de 2020

Confesiones XXVII

Supongo que llevo tanto tiempo esperando a que me pase algo bueno, que ya me he cansado de esperar. Solo he llegado a la conclusión de que no soy lo suficientemente buena para nada, que no lo merezco. 

No merezco un trabajo estable de algo que me gusta porque nunca he destacado, siempre he sido la segunda, a la que nunca quieren. 

No merezco una persona que esté conmigo, porque cuando estoy sola lo único que hago es estar triste, y nadie quiere a alguien triste en su vida. 

No merezco una familia estructurada, porque ya tuve una de las mejores infancias que muchos envidiarían, o quizás es que idealizo las cosas con el paso del tiempo y mi vida ha sido siempre una mierda pero la inocencia no me dejaba verlo. 

No merezco que mis amigas escuchen mis problemas, porque a ellas les están pasando cosas bonitas y no necesitan escuchar las desgracias ajenas, porque no les valen de nada. 

Llevo mucho tiempo en este pozo, del que todo el mundo me dice que intente salir, que me esfuerce, que lo voy a conseguir. Pero nunca llega, y es que me he cansado de dar mucho para no recibir nada. Ya no quiero ser así. 

lunes, 25 de mayo de 2020

Confesiones XXVI

Escribo esto desde un sofá sintiéndome un poco abandonada, un poco traicionada, y un poco una mierda.
No puedo llegar a entender, y nunca entenderé, que una madre ponga siempre a alguien por delante de sus hijos. Pero, por mucho que no lo entienda, ocurre, y me ocurre a mí.
Cómo una persona egocéntrica, egoísta, inmadura e irresponsable puede manipular de una manera tan perfecta y meticulosa a otra. Y cómo esa otra, después de todo lo que ha pasado, sigue prefiriento estar con él por no estar sola porque jamás lo ha estado.
Al final todo tiene sentido, porque cómo voy a pensar que alguien quiera escogerme a mí como primera opción, si ni mi propia madre lo hace. Si ni mi casa es mi casa, cómo voy a ser capaz de encontrar un hogar en otra persona. Cómo voy a ser capaz de formar una familia, si ya no me acuerdo qué se siente al tener una.
Estoy cansada de tener que ser la adulta, la madura, la que se porta bien.
¿De qué me ha servido estos últimos años? De noches infinitas llorando, de ataques de ansiedad, de enfados, de decepciones...
Ya no puedo más. He explotado y no hay vuelta atrás. Que sea lo que tenga que ser, y acabe donde tenga que acabar. Pero en esa casa no, nunca, jamás.

sábado, 25 de abril de 2020

Confesiones XXV

No sé por qué esta obsesión repentina contigo otra vez. No sé por qué llevas varios días que no soy capaz de parar de pensarte, de escuchar canciones que me recuerden a ti, de cotillearte a ver si de alguna manera averiguo qué estás haciendo, alguna señal de si tú también me piensas a mí.

Supongo que no. Supongo que ya ha pasado mucho tiempo, y que la vida evoluciona y nosotros con ella. Pero joder, qué huella tan profunda dejaste para que te sigas paseando de vez en cuando por mi cabeza a estas alturas.

No es algo permanente, no es algo que me pase siempre.

Simplemente estoy enamorada de la idea de vida que tú me enseñaste, enamorada de lo que yo era contigo, de cómo me sentía. Y a veces, solo a veces, lo echo de menos.



Yo sé que a ti ya no te asustan con mi nombre, 
y de seguro no escondes un suspiro si me ves. 
Yo sé que a ti te está fallando la memoria, 
y a lo peor nuestra historia ya no cuelga de un tal vez. 
Pero si todo sale bien ya no tendré más pesadillas, 
ni raspadas las rodillas por rogar ante tus pies. 
Y si te atreves a volver te acordarás sin que te diga, 
que nunca te olvidé. 

martes, 7 de abril de 2020

"Siempre mi ángel de la guarda"

Hoy no es un día cualquiera. Hoy hace ocho años que te fuiste. Y duele.

Pero mientras lloraba en mi cuarto, me he fijado en el balón del atleti que tengo en la estantería. Ese que tus compañeros de trabajo firmaron y me regalaron el día que te homenajearon, el mismo día que le pusieron tu nombre al aula en la que siempre dabas clase, y que cantaron Maria Dolores Pradera y plantaron un árbol en el patio en tu honor, para que siempre hubiera un poquito de ti allí. Tu trabajo te encantaba, lo sabíamos todos.

Después, he cogido el libro que me hicieron tus amigos, los de toda la vida, y lo he leído otra vez. He leído cada una de las anécdotas y cada una de las dedicatorias que tus amigos dejaron escritas en él. Me lo dieron en una comida que todos ellos organizaron, para reunirse y para contarme alguna batallita (y para emborracharse, pero yo tenía 16 y todavía no me gustaba la cerveza).

Analizando un poco todo, soy consciente que no soy la única persona en el mundo que te echa de menos. Dejaste tantos corazones rotos que no podría llegar a numerarlos. Porque te hacías querer y querías con locura, porque eras bueno, porque estabas ahí siempre para quien te necesitaba... Y saber eso me hace estar hoy un poquito menos triste.

viernes, 3 de abril de 2020

Confesiones XXIV

El tiempo me está consumiendo lenta y dolorosamente, poco a poco. La cuarentena ha tocado posiblemente en la peor época del año. El día del padre, mi cumpleaños, el aniversario de su muerte... Todo encerrada en esta casa, que no es mi casa, y sin poder respirar.

Aquí no me dejan ser yo misma, solo puedo ser una imagen feliz e inocente de lo que soy fuera de estas cuatro paredes. Solo puedo ser atenta, cordial, y tener sentido del humor cada vez que se lanzan pullas al aire que se clavan como cuchillos cuando no puedes contestarlas. O si puedes, pero ardería Troya, y prefieres callarte ante un niñato de cinco años con pinta de tener 50, y seguir con tu vida.

Mi madre no me deja expresar lo que siento, supongo que porque tiene la inteligencia emocional de un guisante.  Porque decirle a tu hija, cuando te está contando sus dolores más profundos, que "si me quisieras no me dirías esto", es de no tener ni una gota de empatía dentro de tu cuerpo.

Pero luego soy yo la mala, la egoísta, la borde, la llorica, la que no supera. Después, pasan los días y todos hacemos como si no hubiera pasado nada, pero yo me rompo por dentro cada vez más y más. Y nadie se da cuenta, nadie oye mis gritos, nadie me ayuda. 

Quiero y necesito salir de aquí, necesito respirar. Esta casa es todo lo contrario a lo que denominaríamos como zona de confort, y yo ya no puedo más.

lunes, 16 de marzo de 2020

Confesiones XXIII

Estar en casa encerrada me ha hecho pensar mucho. En todo, y en nada. Pero sobre todo en el pasado.

No recuerdo muy bien qué pasó hace ocho años, aquel 9 de abril. Supongo que mi cerebro ha querido borrar algunas imágenes de mi memoria para que no dolieran tanto.

Recuerdo despertarme temprano. Esa noche había sido la primera que dormía acompañada de un chico, pero no me había hecho especial ilusión. Vino a mi casa porque yo se lo pedí, porque no estaba bien, porque sabía que algo pasaba. 

Lo primero que hice fue ponerme a hacer los deberes de matemáticas. Era el último día de la semana santa y, cómo no, había dejado todo para el último momento. No pasó mucho rato cuando se abrió la puerta. Era mi madre. Levanté la cabeza y la miré, y supe que había tenido razón todo ese tiempo, que algo pasaba. Me puse de pie y, mirándome a los ojos, me dijo "Andrea, papi se muere".

¿Sabéis cuál fue mi primer pensamiento? ¿ Las palabras que se me pasaron por la cabeza en ese momento? No, no os las podéis ni llegar a imaginar.

Odié a mi madre, por no dejarme ir a verle los últimos días, por tratarme como a una niña cuando llevaba ya siete años siendo adulta, siendo consciente del monstruo con el que convivía mi padre.

Dejé de escuchar las demás palabras que me dijo, simplemente me puse unos vaqueros y bajé corriendo al coche. Una hora de trayecto, en la que por primera y última vez en mi vida recé a quien quisiera escucharme que por favor no se lo llevara todavía, que nos faltaban muchas cosas por hacer.

Y, como no, nadie me escuchó, porque cuando llegamos ya era tarde. Mi abuela lloraba sobre el hombro de su cuñada, gritando sin control. Yo me apoyé en la pared y caí al suelo. Una enfermera vino a ofrecerme algo, una tila creo, no lo sé porque no era capaz de escuchar nada.

Me agobié, salí corriendo, me escondí en el hueco de las escaleras del quinto piso del hospital. Y lloré, como nunca antes lo había hecho. Lloré porque estaba sola, y podía desahogarme. Lloré porque no tenía que explicarle a nadie por qué lloraba. No sé cuánto tiempo estuve allí sentada. Puede que minutos, puede que horas. Después, me sequé las lágrimas, me lavé la cara en un baño y volví a abrazar a mi abuela. Mis ojos no volvieron a llorar.

Horas más tarde, cantidad de mensajes y llamadas hacían que mi teléfono casi explotara. Recuerdo que la gente me hablaba llorando, y yo no soltaba ni una lágrima.

No suelo llorar conscientemente delante de la gente, no me gusta, me hace parecer débil, y la vida no me ha hecho así. Si lloro, es porque estoy a punto de estallar, y posiblemente llore por mil razones más de las que exteriorizo. Y esto poca gente lo ha entendido.

Hubo una vez, un año después en el instituto, que empecé a llorar cuando me dieron un suspenso en clase de filosofía. Empecé, y no pude parar. Una profesora vino a preguntarme que qué me pasaba, y yo no era capaz de hablar. "Estás triste, es eso" me dijo, y asentí. "Muy bien, no te preocupes, voy a llamar a tu madre", y no me hizo ninguna pregunta más.

Y es que lloro por tantas razones que no sería capaz de enumerarlas.

Lloro por mi padre, lloro por mi, lloro por nunca ser suficiente, lloro por impotencia, lloro por rabia, lloro por dolor...

Lloro porque le echo de menos. Echo de menos que supiera cuándo estaba bien y cuándo mal, cuándo necesitaba que me dejaran tranquila y cuándo tenía que traerme un trozo de chocolate y un zumo a mi cuarto. Entre nosotros, eso quería decir "sé que no estás bien, y no pasa nada, pero puedes hablarlo conmigo si lo necesitas". Echo de menos que alguien me entienda, porque mi madre y yo nunca hemos tenido ni vamos a llegar a tener jamás esa complicidad. No, ella ni siquiera lo intentaba.

Hay veces que no sé quién soy, ni quién quiero ser, ni hacia dónde voy, ni hacia dónde quiero ir. Solo quiero que venga, se acurruque conmigo en la cama y me abrace hasta que pase la tempestad.

Necesitarle duele, tanto que a veces me cuesta respirar. Pero intento no estar así, intento ser fuerte y valiente, y hacer como que me gusta la vida, como que creo que merece la pena vivirla. Porque él se enfrentó a toda clase de monstruos, y aún así siempre tenía una sonrisa para todos.

Así quiero ser yo, algún día.


domingo, 1 de marzo de 2020

Confesiones XXII

Hace un año que te conocí. No es un dato relevante, ahora no tenemos ningún tipo de relación, pero que tú aparecieras me hizo replantearme muchas cosas.

Ahora sé qué quiero, qué me merezco. Supongo que desde entonces sigo buscando conectar con alguien de la misma manera que conecté contigo la primera vez. Todavía no lo he encontrado.

Aprendí que las películas románticas pueden pasar en la vida real, que puedes sentir que el destino te ha cruzado con alguien porque teníais que conoceros. Y me da igual que no fuera un "para siempre", yo contigo sentía que levitaba, que era fuerte y que podía con todo, que era feliz.

También aprendí que a veces es bueno hacer cosas que están mal, porque merecen la pena, aunque los demás te digan que no lo hagas, a mi me mereció la pena.

Lo creas o no, cambié cuando te fuiste. Soy más desconfiada, ya no consigo apostarlo todo por alguien. Voy siempre con miedo a que se vayan y desaparezcan de un día para otro, como hiciste tú, no soy capaz de abrirme a alguien. Y eso me jode.

Solo espero que no seas el último (ni el único) que me haga sentir así. Me cuesta aceptarlo, pero soy una romántica empedernida, y sé que hay alguien ahí fuera para mi. Y no, no fuiste tú, pero ojalá me haga sentir tan solo la mitad de bien que me sentía cuando estaba contigo.


Me han dejado maniatada la Gran Vía, 
que es la vía más pequeña que encontraste.
No fue mentira, no fue desastre,
tan solo vimos fugar nuestra estrella al pasar.
He venido a que me cuentes tu historia,
no a que arranques con tu piel mi memoria. 

lunes, 24 de febrero de 2020

Confesiones XXI

Texto adaptado de "La Vecina Rubia", que me ha recordado que aunque ahora sea una mala racha, siempre puede aparecer algo o alguien que te haga enamorarte de la vida otra vez. Espero que mi algo/alguien aparezca, y pronto.

Hicimos nuestro un banco de Plaza España. Había muchos, pero solo uno era nuestro. No llevaba nuestro nombre, pero siempre que pasábamos por allí estaba vacío, esperándonos pacientemente.
Supongo que si algún día hubiese estado ocupado, me hubiese puesto celosa, pero eso nunca pasó, o al menos yo no lo vi, porque estaba tan enamorada de la vida en aquella época que no hubiese visto nada, solo le veía a él.
Al final duele darte cuenta que lo más sólido que teníamos era un banco en Plaza España, pero qué de besos, risas, promesas y abrazos nos dimos en aquel banco.
Lo malo que tienen los corazones rotos, es que a veces rompen sin querer a otras personas. Y esa vez me rompió a mi.
Empezar algo sin dejar atrás el pasado es un error, nunca va a salir bien.
Hay personas que no aparecen en el momento de las vidas que tienen que aparecer, y no merece la pena forzarlo. Fue corto, pero intenso, porque siempre que le veía volvía a casa con una sonrisa.
Ya ese banco no va a estar en el sitio que estaba, y supongo que nosotros no volveremos a estar en la vida del otro nunca más. 

sábado, 15 de febrero de 2020

Confesiones XX

Últimamente siento y pienso cosas que no quiero. Las inseguridades florecen, y yo intento ocultarlas porque la razón pesa más, pero también me agota. Me agota estar luchando a contracorriente conmigo misma, con mi cabeza. Siento que soy tóxica. Yo soy el problema. Me quiero demasiado poco.
Tantos traumas del pasado, tanto dolor, han hecho que solo piense que hay algo malo en mí, que en cualquier momento la gente de mi alrededor va a desaparecer porque va a descubrir algo de mí que no le va a gustar. Y estoy cansada de autodestruirme constantemente.
Sé que los pensamientos no son reales, que soy yo y mis circunstancias las que me han hecho pensar así. Pero, aún a día de hoy, me es imposible pensar que todo lo que me ha pasado es culpa de los demás. No. Solo pienso que soy yo, que estoy rota, que estoy mal hecha, que quién iba a ser capaz de quererme.
Solo espero no cargarme nada por pensar de esa manera.

domingo, 2 de febrero de 2020

"Si me preguntaran qué quiero ser de mayor, respondería con tu nombre" II

Hola papi:

Lo primero y más importante de todo, feliz cumpleaños. Hoy serían 58, casi a punto de rozar la sextena, quién los viera.

Tengo muchas cosas que contarte, y la verdad que no sé por dónde empezar. Supongo que lo primero es decirte que estoy trabajando y que me hace muy feliz lo que hago, aunque todas las experiencias se sienten un poco vacías porque no puedo compartirlas contigo.

No me metí a periodismo por la radio, tú lo sabes. Escribir era (y es) mi pasión, y es a lo que quería dedicarme plenamente. Pero los planes cambian, la vida cambia, y las oportunidades también. Estoy conociendo gente interesante y aprendiendo de todos, pero intentando llevarme lo que considero de cada uno sin creer a nadie al 100%, como tú me enseñaste. También estuve en un periódico, y conocí a gente increíble. Ahí aprendí lo importante que es llevarse bien con tus compañeros de trabajo. Ahora no tengo la misma suerte, todo el ambiente es mucho más tenso y competitivo, la gente se mueve por interés. Pero creo que podré con la situación, aunque al principio me desmotivaba un poco creo que ahora me estoy haciendo hueco.

Además, me he graduado. Aunque un poco de postureo, porque todavía no tengo el título, pero me hizo la misma ilusión. Soy la segunda de la familia que se gradúa en la universidad, después de ti, y cómo me gusta ir siguiendo tus pasos. Por ti estoy aquí, y ojalá pudieras haberme dicho lo orgulloso que estarías de mi. Espero que lo estuvieras, dado el caso.

Siempre eras quien me animaba a perseguir mis sueños, a hacer y estudiar lo que yo quisiera, y lo más importante es que me enseñaste a tener criterio propio para que nadie me arrastrara, no querías que cometiera tus mismos errores. Todas las lecciones que pudiste darme las llevo por bandera, y espero algún día llegar a parecerme a ti.

En cuanto al amor, bueno... Los dos sabemos que nunca ha sido mi punto fuerte, y sigue sin serlo. He conocido a personas, y aunque no haya salido bien he aprendido algo de todas. Intenté hacerlo lo mejor que pude, y hubo momentos en los que sentí que me estaba fallando a mí misma por otra persona, y eso sí que no podía hacerlo.

Pero no pasa nada, estoy bien sola. Me gustaría que apareciera alguien, porque en el fondo soy una romántica empedernida, pero no tengo prisa. Nadie quiere aprovechar la ventaja de no tener que enfrentarse a un suegro (chiste negro, perdón).

Y mami bueno, en fin, de aquella manera. Creo que no es feliz, que no sabe estar sola y está dentro de una relación que no la ayuda. Pero he intentado hacérselo ver muchas veces, he intentado hablarlo con ella pero es inútil... Siempre acabo yo mal parada, teniendo la culpa de todo cuando son otros, y no es justo. He decidido dejar de entrometerme, centrarme en lo mío y en arreglarme a mi (que falta me hace).

Y por cierto, también tengo que contarte que estoy volviendo a terapia. La cosa volvía a no ir bien, yo volvía a no vivir bien, y ya que nadie en casa ha querido ayudarme me he buscado yo mis propios medios. Pero no te preocupes, de ti he sacado la fuerza y las ganas de vivir, y por mucho que mi cabeza se empeñe en autodestruirme eso no va a cambiar nunca.

Ojalá pudieras responderme. Ojalá volver a escuchar tus consejos, tu risa, e incluso tus broncas. Todavía no me he olvidado de tu voz, y según dicen es lo primero que se borra cuando una persona se va. Imagínate lo presente que te tengo, ocho años después.

En fin, creo que esto es un buen resumen de los últimos 365 días. Desde el anterior 3 de febrero.

Espero que, estés donde estés, lo hagas siendo feliz y cuidándome.

Te echo de menos. Ojalá volvieras. Hasta la carta del año que viene.

Te quiere y te adora, tu niña. 

sábado, 25 de enero de 2020

Confesiones XIX

Acabo de volver del hospital.

Llevaba dos años sin pensar esas palabras. Sin recorrerme esos pasillos interminables, sin esas noches en vela en las que no puedes dormir porque estás en el sillón más incómodo inventado por el hombre, sin preocuparme, sin estar asustada.

Se me ha hecho hoy muy duro ver a uno de los hombres más inteligentes del mundo (para mi) desubicado, desorientado, agobiado, preocupado. Ya no soltaba bromas ni te miraba con esos ojos pícaros de niño.

Sí igual que un niño, pero asustado, que necesitaba que le dieras la mano y se la apretaras bien fuerte para que sintiera que todo iba a salir bien.

Ahora solo puedo pensar en todos los consejos que me ha dado a lo largo de los años, y nunca he hecho caso. Porque, al igual que él, a cabezota no me gana nadie.
Lee a Kapuscinski.
Haz el doctorado.
Mírate esto, escucha lo otro.
Vente conmigo al rugby.

Y la imagen con la que hoy me voy a dormir es de él solo, en la habitación de un hospital, llorando y sin querer soltarme la mano. Porque tiene miedo. Porque no sabe que pasa. Ni yo tampoco.

Lo único que pido, por favor, es que no se vaya todavía, no estoy preparada para perderle. Es mi mayor admirador, lee y escucha todo lo que hago, me apoya y me sujeta. Le necesito.

Con lo único bueno que me quedo hoy, es con mi familia. No he podido tener más suerte con ellos. Son lo mejor que tengo. Y de lo mejor que tengo en la familia es a él, que es como mi segundo padre.

Hoy yo también me voy a dormir llorando, y nerviosa, con miedo. Solo espero que todo salga bien.

sábado, 18 de enero de 2020

Confesiones XVIII

Las inseguridades van aumentando cada día más. Experiencias fallidas. Una, tras otra, tras otra. Siempre aparece otra, siempre reaparece alguien, nunca soy la primera opción.
Últimamente soy la chica con la que estás para descubrir que quieres volver con tu ex, a la que engañas por otra, con la que quedas y tomas cerveza antes de conocer al amor de tu vida.
Y ahora empiezo a pensar que cómo voy a ser la primera opción de alguien, si no soy suficiente. No soy nadie. No soy.
O tal vez es que siempre llego tarde, por arrastrar inseguridades, y por no querer tirarme a la piscina por miedo a que esté vacía.
No me duele haberle perdido, al final he ganado más dándome cuenta de que era un auténtico capullo. Pero me duele empezar a tener estos pensamientos autodestructivos que no puedo sacarme de la cabeza.

Que a partir de hoy todo es recordar,
no te olvidaré, no me olvidarás.
Dime que no es cierto
y que este amor tan grande no se acabará.
Hoy no me voy a dormir,
para que al reloj no le pasen las horas.
Sonrisas por fuera, aunque por dentro lloras.
Yo voy a quedarme y tú te vas a ir.