viernes, 24 de mayo de 2019

Confesiones X

Hay momentos en los que necesito llorar, no por nada, si no por todo. Porque llevo tanto a la espalda, que a veces necesito soltarlo.

Puede que eche de menos tus abrazos, puede que necesite consejos de alguien que ya no está, puede que me sienta idiota porque siempre pienso que las personas son de una manera y resultan ser de otra, puede que tenga a mi mejor amiga al otro lado del charco, y aún estando aquí la sentía más lejos que nunca.

Mucha gente me dice que qué chica más fuerte y valiente, que no se derrumba, que ha vivido demasiado para ser tan joven. Bueno, se dice que aquellos que escriben tienen las manos manchadas de tinta, de sangre. Y yo estoy manchada de recuerdos de los que no sé escapar.

Porque se me iluminan los ojos cada vez que oigo hablar a alguien de su familia, de su abuela, de su padre. Que envidio cuando sienten ese cobijo y apoyo de los suyos, algo que yo solo puedo sentir releyendo una y otra vez las cartas que me dejaron. Me da rabia, y me crea impotencia, ver cómo a la gente le sale bien, cómo consiguen querer, y sin embargo yo aún no he encontrado a nadie a la altura, a mi altura.

Y por esto no soy tan valiente, ni tan fuerte como muchos se creen. Porque lloro y me derrumbo de madrugada en mi casa mientras escucho música triste para ponerme peor. Porque la soledad es mi salvavidas, porque nunca dejaré que alguien me vea así, débil.

Cansada de este bucle, del que no puedo salir. 
Heridas mal cerradas que se me vuelven a abrir, 
el constante repetir. 

jueves, 9 de mayo de 2019

Confesiones IX

Hoy me he acordado de ti, y no sé por qué. Me he acordado de ese "me resultas interesante y me gustaría conocerte" que me soltaste aquella noche en una boda. Qué ironía que todo empezara en una celebración al amor.

Hoy me he acordado de ti, de tu seat Toledo esperándome en la puerta de mi casa cuando venías a rescatarme. De cuando sentía que tu casa era mi refugio, y mis lágrimas se convertían en risa con la primera chorrada que soltabas por esa boca. Supongo que nadie me ha hecho reír de la misma forma que tú lo hacías, ni me hizo cambiar la forma de ver la vida, porque llegaste a cumplir tu promesa de hacer feliz a esa chica de ojos tristes que veías en los pasillos del instituto.

Me he acordado de la primera vez que vi Moulin Rouge, y de ti recitando las canciones de memoria, aunque acto seguido te quedaste dormido con esa facilidad tan tuya que tenías de cerrar los ojos y soñar, y he recordado que en algún momento sentí que mi vida era mucho más bonita porque tú estabas en ella. Me he acordado de todas esas veces que me decías "te quiero" al oído, porque nadie me lo ha vuelto a decir.

Me he acordado de lo muchísimo que me dolió tenerte lejos durante un año entero, de la falta que me hacía tener al mayor apoyo que tenía. Pero ese año nos cambió, a los dos, y por suerte o por desgracia nos hizo ver que todos estos recuerdos no llegaban a ninguna parte y se quedarían en eso, en recuerdos.

Tú te perdiste mientras yo me encontraba, y ahí fue donde cada uno siguió su camino y no nos volvimos a cruzar. Pero no me arrepiento, y nunca me arrepentiré. Siempre querré que, estemos donde estemos, nos acordemos de nosotros, aunque ya no sintamos lo mismo, aunque ya no estemos enamorados.

Supongo que seguiré buscando volver a sentir mariposas en el estómago, y que alguien me mire con esa admiración y brillo en los ojos, como tú lo hacías. Pero que no seas tú, no quiero que seas más tú, nunca volverás a ser tú.


Y he vuelto a ver que sola se está bien, 
que ya no habrá fronteras.
Y, ¿sabes qué? Ha vuelto a amanecer,
que ya no estoy desierta. 

domingo, 5 de mayo de 2019

XX

Durante mi vida he tenido tres madres, tres mujeres luchadoras que me han hecho ser quien soy ahora.

Una de ellas es mi madre, con todas las letras. Fue la persona que me enseñó el significado de la palabra "amor", porque luchó durante casi dos décadas de la mano del amor de su vida, contra viento y marea, para que él no se rindiera. Aunque al final no fuimos felices ni comimos perdices, os aseguro que el viaje, y tener un padre como él, mereció la pena. Ella también me hizo levantarme a mí, y consiguió que volviera a entrar en mi camino cuando estaba tan perdida que me perdí a mí misma.

Otra era su madre, la madre de las madres, quien siendo abuela tuvo que ejercer de matriarca de la familia mientras el futuro se veía muy incierto. Ella me crió durante mis primeros años, me cuidó todas las fiebres, me contó los mejores cuentos, y me enseñó que tenía que decir lo que pensaba sin temor a lo que dijera el resto. La vi vencer a gigantes, y la vi derrumbarse ante una bestia a la que no se podía vencer, pero siempre fue ella, la alegría de mi vida. Por desgracia, también la vi irse, y ella era una de esas personas que merecían ser eternas.


La tercera en discordia, la madre por excelencia, es aquella que sigue siendo madre a pesar de que su único hijo se fue al arcoíris hace algunos años. Todos sabemos que, tarde o temprano, nuestros padres se marcharán, pero jamás esperamos que sea nuestro hijo el que se vaya primero. A ella le pasó, su niño se fue, y siguió aquí luchando, y me gustaría pensar que fue por mi aunque no lo sé. Ahora hay muchas cosas de las que no se acuerda, a veces ni recuerda que su pequeño se tuvo que ir, pero yo estoy ahí para recordarle que de ella nació el mejor hombre del mundo, y da igual si piensa que está o que no.


Ellas han sido las mujeres de mi vida, cada una con sus más y sus menos. De cada una he aprendido algo: valentía, libertad y fuerza. De cada una tengo algo, pero sobre todo siento un inmenso orgullo por estas raíces. 
Feliz día de la madre a las mejores madres que una familia puede desear.


La familia no se elije, esa es la única constante,
pero ni por todo el oro del globo querría cambiarte.