domingo, 25 de octubre de 2015

Confesiones II.

Hay momentos en la vida en los que te sientes sola. Y puede que no lo estés, que tengas a mucha gente alrededor que te quiere y te apoya siempre que lo pides. Pero el problema es que tú no dices nada cuando tu interior te dice a gritos que pidas ayuda.
Seguramente a muchos os parecerá un tanto contradictorio, porque si estás mal y necesitas algo lo lógico es pedirles ayuda a los tuyos. Mi problema es que me da miedo abrirme, me da miedo mostrar realmente todo lo que quiero decir y gritar, porque pienso que la gente sería capaz de asustarse y huir de mi y ese pensamiento me acojona más que cualquier otro.
Me da demasiado miedo la soledad, la soledad absoluta. No tener nunca a nadie con quien salir, cotillear o simplemente hacer el tonto, porque esos momentos son los que realmente me dan la vida. Si algún día no tengo a nadie con quien compartir esos momentos y olvidarme por un segundo de toda mi oscuridad, ahí si que me hundiría en el fango más profundo para no poder volver a salir nunca.