lunes, 24 de agosto de 2020

"Folle et sage"

Durante los últimos meses ha habido algunos días de luz, y otros muchos de completa oscuridad. Apareció un monstruo llamado "ansiedad" que me ha estado consumiendo lenta y dolorosamente, y que, en muchos aspectos de mi vida, no me ha dejado ser quien realmente soy. Ahora, después de muchas noches sin dormir por estar dándole vueltas a la cabeza, y de algunos ataques de pánico, he intentado (creo) aclararme en algunas cosas. 

Lo primero que he aprendido, es que no necesito a nadie. No quiero necesitar a nadie. No quiero que nadie se convierta en lo que yo necesito, porque única y exclusivamente me necesito a mí. Quiero tener gente a mi alrededor que quiera estar conmigo, que yo quiera tener cerca, pero no necesitarles. Porque desaparecerán, en algún momento, por cualquier circunstancia, y entonces yo me romperé un poquito. Es cierto que creas una especie de dependencia emocional con cualquier persona con la que tienes una relación, ya sea romántica o de amistad, pero eso no implica que necesites a esa persona para tú seguir adelante. Mi bienestar mental y emocional tiene que venir única y exclusivamente de mi. 

No quiero aferrarme a alguien a la primera de cambio, solo por no sentirme sola. Si alguien aparece, alguien que merezca la pena, siempre tendré los brazos abiertos. Pero primero tengo que querer estar conmigo, tengo que ordenar mi cabeza, y tengo que tener la certeza de que esa persona es realmente con quien quiero estar, no la primera que ha aparecido y que me ha prestado un mínimo de atención. No quiero engancharme de personas que en realidad no me gustan, con las que no quiero estar. Supongo que ha habido momentos que me he odiado tanto que ni yo me soportaba, y he necesitado tener la compañía constante de otra persona para librarme de mí misma. Pista: no funciona. 

El mayor problema que me ha traído esto, es que ahora no sé cómo reaccionar cuando una persona, que sí merece la pena, muestra un interés real. Solo me sale pensar que nunca seré suficiente, agobiarme, y huir. Hasta que no aprenda que yo sí merezco la pena, no podré mantener una relación que de verdad merezca la pena.

Tampoco quiero depender de la aprobación de los demás, ni en lo personal ni en lo laboral. Quiero creer que soy capaz de todo, que cualquier cosa que hago bien es porque soy buena, no por suerte. Los halagos están ahí, y siempre vienen bien, pero no quiero necesitarlos. Si me pasa algo bueno, si llega alguien a mi vida que me hace bien, quiero pensar que es porque me lo merezco. Tengo que llegar y arrasar, demostrar que soy capaz de todo. Pero, si ni yo misma llego a creerme que me lo merezco todo, los demás tampoco se lo van a creer. 

Y lo último, y más importante, tengo que aceptar que mi madre siempre me apoyará y me defenderá ante cualquiera. Me lo ha demostrado, me lo está demostrando, y creo que este ha sido mi punto de inflexión para empezar a querer cambiar las cosas. Para mí la familia siempre ha sido muy importante, y hacía muchísimos años que no sentía que mi casa era mi hogar. Aún no lo siento, es la verdad, pero mi madre me está haciendo ver que puedo darle un abrazo cuando necesito llorar, y puedo contarle mis problemas porque, aunque sus consejos no sean los mejores, siempre estará ahí para escucharme y levantarme cuando me haya caído. Y me dejará caerme, porque siempre me ha enseñado a ser independiente, pero eso no implica que ella no vaya a estar ahí. 

Algunas cosas ya las he puesto en práctica, otras me están costando un poco más, y hasta me asusta cambiarme tanto. Pero lo necesito, porque no he estado bien y, aunque ahora estoy mejor, sigo sin estarlo. Dicen que el primer paso es admitirlo, ¿no? Pues vamos a seguir subiendo la escalera hasta llegar a la cima, y a ver qué pasa. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario